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1. Marte en la Historia

1.1 Marte en la Antigüedad

Marte ha fascinado a la Humanidad desde tiempos inmemorables. Según los historiadores, el hombre conoce el planeta rojo desde hace 4.500 años, cuando los asirios registraron sus extraños movimientos en el cielo.

Marte destaca sobre el fondo estrellado por su brillo, color anaranjado y movimiento caótico. Los egipcios llamaron a Marte sekded-ef em khetkhet, que significa “que viaja hacia atrás”.

Para los griegos, el movimiento de Marte sugería caos y desorden, las expresiones máximas de la guerra. Por ello bautizaron al planeta con el nombre del dios de la guerra, Ares. Posteriormente, los romanos lo llamaron Marte, su propio dios guerrero. Seguramente, identificaran el color rojizo del planeta con escenas sangrientas. Aun hoy, el símbolo que los astrónomos utilizan para referirse a Marte representa el escudo y la lanza del dios de la guerra.

Hoy sabemos que el color rojizo de Marte se debe al hierro oxidado de su superficie.

Anexos relacionados:
Orígenes de la astronomía
Astronomía y astrología (con actividad)
Marte visto desde la Tierra (con actividad)

1.2 Un modelo de Universo

El filósofo griego Eudoxo, en el siglo IV AC, fue el primero que propuso un Universo en el que el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas giraban en torno a la Tierra siguiendo círculos perfectos.

Según Eudoxo, la Tierra era el centro del Universo. Esta es la idea más natural del mundo. Desde la superficie terrestre no notamos el movimiento de la Tierra y, además, vemos salir el Sol (y cualquier astro) por el este y ponerse por el oeste.

Durante algún tiempo, la teoría de Eudoxo pareció funcionar. Describía bastante bien el movimiento de los planetas, dentro de la precisión de las medidas de la época, y proporcionaba una visión sencilla del Universo. Pero, en cuanto las observaciones mejoraron, el modelo de Eudoxo perdió la capacidad de explicarlas. A pesar de ello, la idea de un universo centrado en la Tierra, con los planetas girando en círculos perfectos, era demasiado atractiva como para abandonarla. Otros eruditos griegos (entre los que se encontraba Aristóteles) trataron de corregirla, siempre manteniendo a la Tierra en su posición privilegiada.

En el siglo III AC, Aristarco de Samos propuso un modelo heliocéntrico pero se impuso el geocéntrico durante 18 siglos.

Anexo relacionado: Aristarco de Samos

1.3 Los parches de Ptolomeo (140 DC)

El modelo geocéntrico de Eudoxo fue mejorado alrededor de 140 DC por el filósofo alejandrino Claudio Ptolomeo. Ptolomeo imaginó un Universo en el que todos los cuerpos giraban alrededor de la Tierra, pero no describiendo círculos perfectos.

Según Ptolomeo, los planetas realizaban pequeños movimientos circulares (epiciclos) alrededor de un punto imaginario que se desplazaba alrededor de la Tierra recorriendo un círculo perfecto (deferente). Este modelo (ver animación) explicaba mucho mejor las posiciones de los planetas vistos desde la Tierra, en particular el movimiento retrógrado de Marte. Añadiendo más epiciclos, era posible describir cualquier pequeña anomalía que el modelo no hubiera predicho correctamente.

El modelo de Ptolomeo fue aceptado universalmente hasta el siglo XVI, cuando Nicolás Copérnico publicó los resultados de sus minuciosas observaciones.

1.4 La revolución copernicana

En el renacimiento se libró una de las batallas intelectuales más importantes de todos los tiempos: determinar si la Tierra era el centro del Universo.

En 1543, el clérigo polaco Nicolás Copérnico propuso una teoría audaz que situaba al Sol en el centro del Universo. En realidad, el modelo no era nuevo, el astrónomo griego Aristarco de Samos, ya lo sugirió en el siglo III a.C.

Según las medidas de Copérnico, las posiciones de los planetas se explicaban mucho mejor suponiendo que éstos girasen alrededor del Sol, en vez de hacerlo alrededor de la Tierra. En el modelo heliocéntrico de Copérnico, los planetas describían órbitas perfectamente circulares.

Copérnico sufrió duras críticas y la Iglesia puso su libro De revolutionibus orbium coelestium en la lista de textos prohibidos. Esto no impidió que la evidencia a favor del modelo heliocéntrico creciera. Sin embargo, a pesar de su éxito, seguía sin explicar completamente el movimiento de Marte. ¿Podía deberse a que Copérnico estaba equivocado?

Para contestar dicha pregunta era necesario medir con mayor precisión las posiciones de Marte. A este problema dedicó gran parte de su vida el noble danés Tycho Brahe unos 60 años después de la muerte de Copérnico.

Tycho trabajaba como matemático imperial en la corte del emperador romano Rodolfo II y fundó el observatorio más moderno de la época. A lo largo de los años, realizó medidas muy exactas de Marte con la esperanza de que alguien pudiera interpretarlas.

Anexos relacionados:
Aristarco de Samos
Palabras de Copérnico

1.5 Kepler, Marte y las elipses

En 1600, Tycho invitó al matemático alemán Johannes Kepler a su observatorio y le pidió que calculara una nueva órbita para Marte. Tycho eligió Marte porque era el planeta que tenía el comportamiento más extraño.

La relación entre Tycho y Kepler fue tormentosa. El primero no quería ceder completamente sus datos, y esto retrasó la labor de Kepler. Sólo a la muerte de Tycho, Kepler tuvo acceso a todas las observaciones.

Kepler empezó considerando órbitas circulares pero, tras muchos intentos fallidos, las descartó porque no explicaban con precisión las posiciones observadas. Renunciar a órbitas circulares supuso para Kepler un trauma personal, ya que siempre había creído en la perfección del Universo y el círculo era la trayectoria más perfecta que podía imaginar.

Con órbitas circulares las posiciones predichas y observadas diferían 8 minutos de arco (aproximadamente un cuarto del tamaño aparente de la Luna), cuatro veces más que la precisión de las medidas. Era un error pequeño, pero no podía ignorarlo. Cuando se convenció de que la órbita de Marte no era un círculo, probó diferentes curvas ovaladas.

Al final, tras nueve años de intenso trabajo y miles de cálculos, logró resolver el problema: Marte se movía alrededor del Sol siguiendo una elipse.

Johannes Kepler había descubierto las leyes del movimiento planetario.

Anexo relacionado: Movimiento planetario

1.6 Las observaciones de Galileo

Mediante observaciones, Galileo descubrió que el tamaño de Marte cambia con el tiempo. Es más grande cuando está más cerca de la Tierra, y más pequeño cuando se aleja de nuestro planeta. Los cambios en la distancia Marte-Tierra son debidos al movimiento elíptico del planeta rojo. Galileo confirmaba así el modelo heliocéntrico de Kepler, lo que le valió ser juzgado por la Iglesia en 1633.

Anexo relacionado: Movimiento planetario

1.7 Los canales de Marte

Hasta el siglo XIX no se avanzó mucho en la exploración de Marte. A través del telescopio, el planeta rojo aparecía borroso y falto de detalles, lo que dificultaba enormemente su estudio.

En 1877, tras una aproximación máxima de Marte a la Tierra, el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli describió por primera vez unos surcos rectos en la superficie que llamó “canali”. Esta palabra puede traducirse al inglés como “cannals” (canales artificiales) o “channels” (canales naturales, sin ninguna otra connotación). Por supuesto, la traducción aceptada de inmediato fue canales artificiales, lo que disparó la imaginación del público en general y la de algunos astrónomos en particular. Pronto se empezó a hablar de vida en Marte. Los canales serían monumentales obras de ingeniería realizadas por los marcianos para transportar agua desde los polos hasta el ecuador. En realidad, se trataba de una idea muy atractiva. Marte se asemeja mucho a la Tierra, y el hombre siempre ha deseado encontrar vida en otros lugares. Marte era el lugar ideal.

1.8 Lowell y los canales

Cuando Schiaparelli se retiró en 1892, el astrónomo estadounidense Percival Lowell continuó la observación sistemática del planeta. Lowell contribuyó decisivamente al descubrimiento de Plutón, pero también fue el más firme defensor de la existencia de vida en el planeta rojo.

A pesar de la insistencia de Lowell, la comunidad científica nunca tomó en serio la posibilidad de que hubiera canales artificiales en Marte. No ocurrió lo mismo con la gente de a pie. Muchos escritores de finales del siglo XIX y principios del XX publicaron novelas de marcianos que el público consumía ávidamente. Quizás la más representativa sea La guerra de los mundos de H.G. Wells, aparecida en 1898. Esta novela narra la invasión de la Tierra por marcianos que pretenden acabar con el hombre. Al final, es la casualidad la que salva a nuestro planeta.

En 1938, Orson Welles realizó la emisión radiofónica más espectacular de la Historia de Estados Unidos, versionando la novela de H.G. Wells en forma de boletines informativos. Inmersos en un ambiente pre-bélico, muchos oyentes que no sintonizaron el programa desde el principio creyeron que los marcianos invadían Estados Unidos. Hubo llamadas a los periódicos y personas que huyeron de sus casas despavoridas.