OBSERVANDO EL SISTEMA SOLAR

Conociendo y observando el Sistema Solar

El sistema solar es el hogar de la Tierra en el Universo. Está formado por diversos objetos celestes orbitando alrededor del Sol: ocho planetas junto con numerosos cometas, asteroides y satélites. Además, dada su proximidad a la Tierra en comparación con la inmensidad del Universo, nuestro sistema planetario ofrece una ocasión única para realizar observaciones de manera sencilla.

A continuación, te contamos un poco sobre los miembros de la familia del Sistema Solar y los mejores momentos para observarlos.

Puedes solicitar más información sobre los equipos disponibles para realizar observaciones astronómicas rellenando nuestro formulario de contacto o escribiendonos aquí: cosmolab@iac.es

Observación diurna

El Sol visto con filtro H-alpha. Crédito: Daniel López

El Sol

El Sol es la estrella que se encuentra en el centro de nuestro sistema planetario, siendo una más entre las millones que componen nuestra galaxia. La proximidad al Sol es un aspecto fundamental para la vida en la Tierra, ya que es la fuente de energía que alimenta a nuestro planeta.

El Sol tiene un diámetro de 1.39 millones kilómetros, ¡lo que equivale a 109 tierras alineadas!

Al igual que el resto de las estrellas, se encuentra en continua actividad debido a su gigantesco campo magnético. En su superficie podemos observar varios fenómenos asociados con esta actividad, los más llamativos: las manchas solares y las llamaradas o protuberancias.

Manchas Solares

Las manchas solares son regiones mas frías de la superficie del Sol también llamada fotosfera. Debido a la menor temperatura, se observan como puntos negros por contraste con el resto del material que las circunda.

Aunque parecen pequeños puntos en la superficie solar, en las manchas solares de mayor tamaño cabrían varias tierras.

Detalle de una mancha solar. Crédito: IAC

Llamarada solar

Llamarada Solares

El plasma del que está hecho el Sol está compuesto por partículas cargadas que siguen las líneas de campo magnético y son lanzadas hacia fuera de la superficie solar, produciendo espectaculares eyecciones de material. Este fenómeno se observa en una de las capas de la atmósfera solar, llamada cromosfera.

Estas protuberancias pueden llegar a elevarse miles de kilómetros por encima de la superficie de nuestra estrella y pueden ser observadas con un pequeño telescopio equipado con un filtro especial llamado H-alpha.

Nota: Nunca observar el Sol directamente, es necesario hacerlo con filtros especiales para no dañar nuestro ojos.

La proximidad al Sol es un aspecto fundamental para la vida en la Tierra,
ya que es la fuente de energía que alimenta a nuestro planeta.

Observación nocturna

A continuación, exponemos una breve introducción y las características más importantes que podemos observar de los siguientes componentes del sistema solar: la Luna, Venus, Marte, Jupiter y Saturno.

Al final, incluimos una introducción y explicación de aquellas constelaciones más importantes y que podemos observar a lo largo del año. Es de especial interés y utilidad tener algunas nociones básicas de las constelaciones, ya que podemos observarlas a simple vista y además nos sirven de guía para ubicarnos en el firmamento.

Luna

La Luna es el único satélite natural que posee la Tierra, siendo el quinto satélite más grande de todo el sistema solar y el mayor relativo al planeta que órbita. Tiene un diámetro de 3.474 km de diámetro, aproximadamente un cuarto del diámetro de la Tierra, y está situado bastante “cerca”, a unos 348.400 km. Es el único objeto celeste que el ser humano ha visitado en persona.

Del mismo modo que la Tierra gira alrededor del Sol, la Luna lo hace alrededor de nuestro planeta en unos 29,53 días. Durante este periodo de tiempo nuestro satélite muestra una apariencia distinta dependiendo de su posición orbital respecto a la Tierra y al Sol. En realidad, la Luna nunca cambia de forma sino que es el Sol el que la ilumina desde diferentes ángulos dando lugar a las fases lunares. Cuando se muestra en todo su esplendor, en fase de luna llena, es el objeto más brillante que podemos observar en el cielo nocturno.

Nuestro satélite la Luna. Crédito: Alfred Rosenberg

En la superficie lunar podemos reconocer diferentes características: los mares, los cráteres y las cordilleras. Los mares son extensiones de color más oscuro, denominados así debido a que los primeros astrónomos creyeron que eran océanos. En realidad son regiones de composición basáltica, producidas por meteoritos que perforaron la corteza lunar dando lugar a enormes cuencas de impacto. Posteriormente, éstas se rellenaron de magma procedente del manto lunar.

Así mismo, el impacto de meteoritos fue el causante de los numerosos cráteres lunares, entre los que destacan el de Tycho y el de Copérnico.

La Luna es el único satélite natural que posee la Tierra
y el único objeto celeste que el ser humano ha visitado en persona.

Detalle de una mancha solar. Crédito: IAC

Venus

Venus es uno de los cuatro planetas terrestres del Sistema Solar, el segundo en distancia al Sol, y es muy similar a la Tierra en cuanto a tamaño, masa y composición. Sin embargo, la atmósfera de Venus, rica en nubes compuestas por dióxido de carbono, contribuyen a crear un efecto invernadero que lo convierten en el mundo más caliente del Sistema Solar, alcanzando incluso los 470ºC en su superficie. Otra característica peculiar de Venus es que gira en dirección opuesta al resto de los planetas, debido probablemente a un colisión con un objeto de gran masa en los albores de la formación del Sistema Solar. Como Mercurio, no posee ningún satélite natural.

Pese a que su densa y espesa atmósfera que nos impiden ver su superficie, ésta ha sido cartografiada mediante señales de radar por varias misiones espaciales. Por lo tanto, sabemos que en su superficie existen una extensa variedad de montañas y volcanes. Después de la Luna, Venus es el objeto celeste más brillante del cielo nocturno.

En cuanto a su observación, lo reconoceremos por su color blanquecino y su gran brillo y lo veremos poco antes del amanecer o unas pocas horas después de la puesta del Sol dependiendo del momento de año. Es decir, Venus siempre acompaña al Sol y nunca se ve en mitad de la noche, debido a que es un planeta interior (su órbita se encuentra “dentro” de la órbita terrestre). Por este mismo motivo, también podemos observar fases en Venus, de igual forma que las observamos en la Luna.

En la cultura popular se le conoce como Lucero del Alba o de Atardecer.

Marte

Marte es el segundo planeta más pequeño del Sistema Solar, después de Mercurio, y el cuarto en distancia al Sol. Es un planeta rocoso con una superficie formada por minerales y metales (óxido de hierro, principalmente) que le confieren su inconfundible color rojizo. Su diámetro es la mitad del terrestre por lo que su gravedad es mucho menor, aproximadamente un 40% que la de la Tierra. Como curiosidad, Marte también tiene estaciones, casquetes polares y cañones, y en él podemos encontrar el volcán más grande del Sistema Solar, el Monte Olympo. Además, Marte tiene dos pequeñas lunas llamadas Phobos y Deimos.

Pese a que hay indicios de antiguos océanos en Marte, por ahora solo se ha detectado agua en estado sólido, en los casquetes polares, y gaseoso, en su tenue atmósfera.

La superficie de Marte. Crédito: NASA

Con el objetivo de detectar agua líquida y estudiar si pudo albergar vida en algún momento pasado, una decena de naves espaciales orbitan o recorren actualmente la superficie del planeta marciano.

En cuanto a su observación, es importante no confundirlo con la estrella gigante roja Antares, a la que los griegos llamaron precisamente “Anti-Ares” (“Anti-Marte”) para distinguirla del planeta rojo. Con un pequeño telescopio podemos apreciar los casquetes polares y las regiones más oscuras de su superficie.

Jupiter, gigante gaseoso. Crédito: NASA

Júpiter

Júpiter es un planeta gaseoso con una masa superior a la de todos los demás planetas juntos. ¡Todos ellos cabrían en su interior y aún sobraría espacio! Sin embargo, pese a que es el planeta más grande del Sistema Solar, su masa sigue siendo una milésima parte que la de nuestra estrella. Es también el planeta que más rápido rota en todo el conjunto del Sistema Solar.

Júpiter está formado por un pequeño núcleo rocoso y densas capas de gas, principalmente de hidrógeno y helio. En su atmósfera observamos bandas de nubes de diferentes colores compuestas de amoníaco, azufre, fósforo y carbono. Destaca la famosa mancha roja, una tormenta gigante, parecida a un huracán, de unas tres veces y media el diámetro de la Tierra.

A día de hoy conocemos 79 lunas que orbitan entorno a Júpiter. Las cuatro más famosas y de mayor tamaño (llamadas Europa, Io, Ganímedes y Calisto) fueron descubiertas por Galileo en 1610 usando un telescopio rudimentario.

Saturno

Saturno, al igual que Júpiter, es un gigante gaseoso, es decir, no tiene una superficie sólida (aunque sí un núcleo) y estar formado principalmente por hidrógeno y helio. Debido a su atmósfera, rica en amoníaco, presenta un color amarillo muy característico. Saturno es conocido su hermoso sistema de anillos, constituido por millones de partículas de hielo y roca, que abarcan tamaños desde pocos centímetros hasta unos cuantos metros. Estas partículas orbitan alrededor de Saturno en un disco de tan solo 1 km de grosor frente a 300.000 kms de diámetro.

La mayor luna de Saturno, de las 62 que tiene, se llama Titán y es mayor que el planeta Mercurio, lo que le permite tener una atmósfera propia. Las temperaturas en Titán son bajísimas, del orden de -180 ºC, y la presión es más fuerte que en nuestro planeta. En estas condiciones algunos hidrocarburos, como el metano o el etano, se encuentran en estado líquido formando ríos y lagos, en analogía con el agua en la Tierra.

Saturno observado durante varios años por el telescopio Hubble.

En lo referente a su observación, pese a ser menos brillante que Júpiter, suele ser relativamente fácil de reconocer. En las noches de verano lo veremos anclado en la constelación de Sagitario.